jueves, 15 de octubre de 2015

Este jueves, un relato: "Preguntas y respuestas"



 
 
Macarena se había acostumbrado a vivir con una gran duda: ¿quiénes eran sus padres biológicos? Desde que se enteró de que era adoptada, no podía evitar  sentir curiosidad por conocer a la mujer que la había llevado en su vientre y saber los motivos por los que la abandonó.

            Al cumplir la mayoría de edad, comenzó la búsqueda. Necesitaba descubrir sus orígenes, cómo acontecieron los hechos para llegar a formar parte de una familia que consideraba la suya aunque no llevara su misma sangre.

            Una tarde, en el autobús, mientras observaba a los pasajeros, se topó con unos ojos que le resultaron familiares. Notó como éstos se llenaron de lágrimas y la mujer a la que pertenecían apartó la mirada, dirigiéndola hacia la ventanilla. Su cara guardaba un enorme parecido con la suya. Una extraña sensación se apoderó de ella y una pregunta surgió inevitablemente “¿será mi madre?”.

            En los sucesivos días, estuvo atenta a quienes subían y bajaban del autobús, con el fin de encontrar de nuevo a la inquietante mujer. Pasaron semanas hasta que aquella tarde la vio y se armó de valor para sentarse a su lado. Las dos se miraron durante minutos sin mediar palabra hasta que llegó la parada en la que se separaban. Antes de que la señora bajara del vehículo, susurró unas palabras a Macarena: “Necesito hablar contigo, nos vemos mañana a las ocho en esta parada”.

            No pudo dormir en toda la noche, pensado qué querría decirle aquella mujer, ¿sería su madre? De no ser así, ¿qué quería de ella? ¿Le ayudaría a resolver sus dudas?

            Al día siguiente, ambas llegaron puntuales a la cita. La joven escuchó atenta a su interlocutora. Al parecer, se había quedado embarazada cuando tenía quince años de un hombre de treinta que rechazó ayudarla al conocer la noticia, desapareciendo de su vida en ese mismo instante. Sus padres la echaron de casa y sola, sin preparación ni estudios, viajó a Madrid en busca de un futuro para ella y su retoño. Pronto comprobó que nadie regala nada y que las dificultades aparecen y se instalan en tu vida sin que haya manera de echarlas. Su conciencia le impedía abortar. Regresar a casa no era una opción. ¿Qué otra cosa podía hacer?

            Esa noche, llamó a un conocido convento de la capital, dejando a la pequeña en la puerta, mientras se marchaba corriendo, sin dejar de llorar, pero confiando en que su hija tendría la vida que ella nunca pudo disfrutar. Fue duro, pero ahora, con la perspectiva del tiempo y comprobando como habían pasado los años por cada una de ellas, se sentía satisfecha por la decisión que tomó. 
Más historias sobre preguntas y respuestas en el blog de San http://galisan33.blogspot.com.es/