lunes, 20 de enero de 2014

Año nuevo ¿vida nueva?




20 de enero, no han pasado ni tres semanas de 2014 y  sus propósitos de año nuevo ya se han desvanecido. Paula lamenta, una vez más, su escasa fuerza de voluntad. Cuando sonaron las doce campanadas de Nochevieja, pensó en las tareas pendientes que ansiaba hacer y que nunca llegaba a culminar, y se prometió a si misma que las cumpliría.

La primera y principal después de las comilonas y los excesos navideños, era apuntarse al gimnasio y lograr ir al mismo durante más de tres meses. A esto había que añadir, cómo no, la dieta y la ingesta masiva de líquido, léase agua, claro.

El 2 de enero fue jueves, así que pensó esperar mejor al lunes para hacer la inscripción, con lo que se plantó en el día 6. Vaya, había olvidado que era festivo, así que tendría que esperar al martes. Ese día tenía una comida de empresa y por la tarde cita en el dentista. El miércoles mejor. “¡Mierda! No puedo dejar la peluquería y también debería lavar el coche”. El jueves ya había quedado con Paqui y Rosa a tomar café y el fin de semana es para descansar, así que mejor volver a esperar al lunes (trece).

Cómo os podéis imaginar, entre la comida con los compañeros de trabajo, la quedada con las amigas y las salidas del fin de semana, empezar la dieta también había estado difícil y la ingesta de líquidos había sido más bien de alcohol que de otra cosa. Pero no pasaba nada, el 13 empezaba las dos cosas con fuerza y ya está. Y así lo hizo, comenzó a hacer ejercicio con tanto ímpetu que al día siguiente tenía unas agujetas tremendas. “Esto del deporte no está hecho para mí”, se dijo, y decidió salir a andar después de comer y quedarse con eso y la dieta. Pero claro, entre la siesta y la novela, el propósito le duró dos o tres días escasos.

Otra de las cosas que se había propuesto, era dejar de fumar. Le habían comentado algo a cerca de unos cigarrillos electrónicos que están bastante de moda últimamente. Según había escuchado, te quitan las ganas de fumar, no generan humo y resultan más económicos. “Ésta es la mía”, pensó. “Ahora, o nunca. Además, mi bolsillo me lo agradecerá”. En esto si que fue previsora, y un par de semanas antes de Navidad compró uno de esos artilugios y lo guardó en la mesita de noche para estrenarlo pasadas las fiestas. Lo utilizó durante un par de semanas, pero a la tercera, volvió caer. Echaba de menos el sabor de los cigarros de verdad, incluso el olor a tabaco. Estaba convencida de que su cuerpo necesitaba más nicotina de la que podía obtener vapeando y decidió volver a lo tradicional, a su cajetilla de Fortuna diaria.

El tercer propósito, aprender inglés. Lo de apuntarse a una academia estaba descartado, entre el dinero de las matrículas del gimnasio y la autoescuela (también había decidido sacarse el carné  de conducir) ya eran demasiados gastos. “¿Y si le pido a mi hija que me de unas clasecillas particulares de vez en cuando?”. Dos tardes, eso fue todo lo que consiguió. Entre su impaciencia y los nervios de la niña, no hacían una buena pareja para el aprendizaje.

Le quedaba sacarse el carné de conducir, pero la historia de porque dejó tan pronto este propósito ya es otro cantar, demasiado bochornosa cómo para contarla a todo el mundo. Definitivamente, decidió aferrarse a aquello de “Virgencita, que me quede cómo estoy”, en este caso, fumadora, con unos cuantos kilos de más, sin tener ni idea de inglés y utilizando el trasporte público.

“El que inventó eso de ‘Año nuevo, vida nueva’, se quedaría descansado, vaya”.

3 comentarios:

  1. Buena reflexión Cristina. En realidad yo creo mas en los propósitos para un día que para un año entero......

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  2. Jajajaa, muy bueno, yo creo que todos comenzamos con buenos deseos y buena voluntad, pero ambos se esfuman pronto... Me aplicaré el cuento y prometo solemnemente que seguiré la dieta dos semanas más!!! :))

    Un abrazo y gracias por estas risas.

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  3. Muy divertido, eso de los propósitos... No es buena manera de empezar el año echándose más obligaciones encima. Puede que algunas personas de férrea voluntad los cumplan, pero a la mayoría de los mortales, que han declarado sus propósitos bajo la influencia de las burbujas del champagne..., apenas desvanecidas las burbujas se les desvanecen los propósitos, que resultan ser, al final, como los sueños, puede que alguno se cumpla alguna vez, puede ser. Así, mientras los kilitos sean bien llevados, siga circulan do el transporte y existan traductores, puedes decir como en la canció: "fumando espero" mientras llega el próximo Año Nuevo.

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